Multiplicación de
la importación de pesticidas, alrededor del 90 % de soya transgénica,
vulneración a los derechos de los pueblos indígenas, expansión avasalladora con
tala de bosques, entre mucho otros aspectos, es el panorama en el que se
conmemora el Día Iternacional de la Madre Tierra en nuestro país. A propósito
del mismos, a continuación un artículo publicado por Bolpress sobre cambio climático.
Bolpress:
VIOLENCIA A ESCALA GLOBAL CONTRA LUGARES, ESPECIES Y SERES HUMANOS
Llamemos al cambio climático por su nombre: violencia
Rebecca Solnit *
Si
eres pobre, la única forma probable de herir a alguien es la vieja forma
tradicional: violencia artesanal podríamos llamarla, con las manos, un
cuchillo, un garrote, o acaso con la moderna violencia práctica, con un arma o
un coche. Pero si eres tremendamente rico, puedes practicar la violencia a
escala industrial sin ningún trabajo manual de tu parte. Puedes, digamos,
construir una fábrica de pura explotación que se venga abajo en Bangladesh y
mate a más gente de la que haya matado ningún asesino múltiple artesanal, o
puedes calcular el riesgo y beneficio de poner en circulación venenos o
máquinas que no sean seguras, como hacen los fabricantes todos los días.
Si eres líder de un país, puedes declarar la guerra y matar a
centenares de miles o millones. Y las potencias nucleares – los EE.UU. y Rusia
– tienen incluso la opción de destruir bastante de la vida sobre la Tierra. Lo
mismo hacen los barones del carbono. Pero cuando hablamos de violencia, siempre
hablamos de la violencia de abajo, no de arriba.
O eso
pensaba yo cuando recibí un comunicado de prensa de un cambio climático que
anunciaba que “los científicos declaran que existe un vínculo directo entre un
clima cambiante que aumente la violencia”. Lo que dijeron en realidad los
científicos, en un artículo de hace dos años en Nature no tan noticioso, es que
hay más conflictos en los Trópicos en los años de El Niño y que acaso esto se
recrudezca para convertir también nuestra era de cambio climático en una época
de conflicto civil e internacional.
El mensaje
es que la gente corriente no se portará bien en una época de cambio climático
intensificado. Todo esto tiene sentido, a menos que se retroceda a la premisa y
se advierta que el cambio climático es en si mismo violencia. Violencia
extrema, horrible, de larga duración, generalizada.
El cambio
climático es antropogénico: lo provocan los seres humanos, algunos mucho más
que otros. Conocemos las consecuencias de ese cambio: la acidificación de los
océanos y el declive de muchas especies en su seno, la lenta desaparición de
naciones isleñas como las Maldivas, el aumento de las inundaciones, la pérdida
de cosechas que llevará a subidas de precios en los alimentos y hambrunas, y un
clima cada vez más turbulento (pensemos en el huracán Sandy y el reciente tifón
de las Filipinas, así como en las olas de calor que matan a decenas de millares
de personas ancianas).
El cambio climático es violencia
Así que si
queremos hablar de violencia y cambio climático – y de ello estamos hablando,
tras el horripilante informe la semana pasada de los más importantes
científicos del clima– hablemos del cambio climático como violencia. Más que
preocuparse acerca de si los seres humanos corrientes reaccionarán de modo
turbulento a la destrucción de sus medios mismos de supervivencia,
preocupémonos por esa destrucción, y por su supervivencia. Por supuesto, la
pérdida de agua y de cosechas, las inundaciones y demás ocasionarán migraciones
masivas y refugiados a causa del clima -ya está sucediendo –, y esto llevará a
conflictos. Estos conflictos son los que ahora se están poniendo en movimiento.
Se puede
contemplar en parte la Primavera Árabe como un conflicto climático: el aumento
de los precios del trigo fue uno de los desencadenantes de la serie de
revueltas que cambiaron la faz del África más septentrional y Oriente Medio.
Por un lado, se puede decir qué bien si esta gente no hubiera pasado hambre,
antes que nada. Por otro lado, ¿cómo no vamos a decir que es magnífico que
estas gentes se levantasen contra la privación de sustento y esperanza? Y luego
hay que ver los sistemas que crearon esa hambre, las enormes desigualdades de
lugares como Egipto y la brutalidad empleada para someter a la gente de los
estratos inferiores del sistema social, lo mismo que hay que considerar el
clima.
La gente
se subleva cuando sus vidas se vuelven insoportables. A veces es la realidad
material la que las hace insoportables: sequías, plagas, tormentas,
inundaciones. Pero la alimentación y la atención sanitaria, la salud y el
bienestar, el acceso a vivienda y educación, también estas cosas están
gobernadas por medios económicos y políticas gubernamentales. Contra eso era
contra lo que iba la revuelta de Occupy Wall Street.
El cambio
climático hará que aumente el hambre a medida que suban los precios de los alimentos
y flaquee la producción de alimentos, pero ya tenemos hambre generalizada en la
Tierra, y buena parte de la misma no se debe a fallos de la naturaleza y los
agricultores sino a los sistemas de distribución. Casi 16 millones de niños
pasan hambre en los Estados Unidos, de acuerdo con el Departamento de
Agricultura norteamericana, y no se debe a que los inmensos EE.UU., de tan rica
agricultura, no puedan producir lo bastante como para alimentarnos a todos.
Somos un país cuyo sistema de distribución es en sí mismo una especie de
violencia.
El cambio
climático no va a traernos de repente una época de distribución equitativa.
Sospecho que la gente irá levantándose en un próximo futuro contra aquello
contra lo que se rebelaba en el pasado: las injusticias del sistema. Deberían
rebelarse, y nosotros deberíamos alegrarnos de que se rebelen, si no alegrarnos
de que tengan que rebelarse. (Aunque una espera que se den cuenta de que no es
en la violencia donde reside necesariamente su poder). Uno de los hechos que
dio lugar a la Revolución Francesa fue la pérdida de la cosecha de trigo de
1788, que hizo que se disparasen los precios del pan y los pobres pasarán
hambre. A menudo se piensa que el autoritarismo y unas amenazas mayores a los
pobres representan un seguro contra sucesos así, pero no es más que un intento
de ponerle una tapadera a lo que bulle por debajo; otra forma consiste en bajar
el fuego.
La misma
semana en la que recibí ese comunicado de prensa tan inoportuno sobre el clima
y la violencia, la Exxon Mobil Corporation publicó un informe estratégico. Es
una lectura tediosa, a menos que se consiga traducir el árido lenguaje de los
negocios en imágenes de las consecuencias de estas acciones realizadas por
razones de beneficio. Dice Exxon:
“Confiamos
en que ninguna de nuestras reservas de hidrocarburos quede o llegue a quedar
‘varada‘. Creemos que producir estos activos resulta esencial para satisfacer
las crecientes demandas energéticas mundiales.
Los
activos varados que significarían activos de carbono – carbón, petróleo, gas
todavía en el subsuelo – perderían todo su valor si decidiéramos que no se
pueden extraer ni quemar. Puesto que los científicos afirman que tenemos que
dejar en el subsuelo la mayoría de las reservas mundiales conocidas de carbono
si vamos a escoger la versión suave del cambio climático, en lugar de la más
extrema. En la versión más suave sobrevivirá un número incontable de más gente
(especies, lugares). En una hipótesis del mejor de los casos, dañamos menos a
la Tierra. Nos debatimos por ver cuánto vamos a devastar la Tierra.
Tenemos,
en cualquier campo, que examinar la violencia sistémica y a escala industrial,
no sólo la violencia práctica de los menos poderosos. Cuando se trata del
cambio climático, esto resulta especialmente cierto. Exxon ha decidido apostar
a que no podemos lograr que la empresa deje sus reservas en el subsuelo, y la
compañía está garantizando a sus inversores que seguirá consiguiendo beneficios
a costa de la rápida, violenta e intencionada destrucción de la Tierra.
Es una
frase gastada la de la destrucción de la Tierra, pero tradúzcase en el rostro
de un niño famélico y un campo yermo...y multiplíquese eso unos cuantos
millones de veces. O bien imaginémonos los minúsculos bivalvos: vieiras,
ostras, caracolas del Ártico que no pueden formar sus caparazones en los
océanos que ahora mismo se están acidificando. U otra macrotormenta que deshace
otra ciudad. El cambio climático es violencia a escala global, contra lugares y
especies, así como contra los seres humanos. Una vez lo llamemos por su nombre,
podremos empezar a tener una conversación de verdad sobre nuestras prioridades
y valores. Pues la revuelta contra la brutalidad comienza con una revuelta
contra el lenguaje que oculta esa brutalidad.
* Autora de 13 libros, incluyendo de A Paradise Built in Hell:
The Extraordinary Communities that Arise Disaster y coautora, con su hermano
David, de The Battle of the Story of the Battle of Seattle, una breve antología
sobre cómo ese evento que cambió la historia ha sido tergiversado, con
reproducciones de algunos de los documentos originales. Fuente: The Guardian, 7
de abril de 2014; traducido para www.sinpermiso.info por Lucas
Antón.
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