12 de agosto de 2013

FAO: Los pueblos indígenas de América Latina son aliados claves en la lucha contra el hambre

Redacción Bolpress

LA QUINUA ES FUNDAMENTAL EN LA PROMOCIÓN DE LA SEGURIDAD ALIMENTARIA MUNDIAL, RECONOCE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

 
Los sistemas agroalimentarios desarrollados por los pueblos indígenas, sus dietas tradicionales y sistemas de producción y gestión sostenible de los recursos naturales pueden contribuir a la erradicación del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en América Latina y el Caribe, valoraron académicos, profesionales y expertos de la FAO. Naciones Unidas declaró el 2013 Año Internacional de la Quinua con el lema “un futuro sembrado hace miles de años”, recordando que este alimento es un verdadero regalo de los Andes para el mundo.
 
El 7 de septiembre de 2001, en el Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, organizaciones campesinas, indígenas, asociaciones de productores, organizaciones no gubernamentales, académicos e investigadores de 60 países decidieron declarar el 16 de octubre como el Día Mundial de la Soberanía Alimentaría, que hasta ese momento se denominaba Día Mundial de la Alimentación. El cambio no fue casual por cuanto, al agendar el concepto de soberanía alimentaria, se propuso hacer frente al agronegocio capitalista que sume en una profunda crisis a la agricultura campesina e indígena, la pesca artesanal y los sistemas alimentarios sustentables, al tiempo que intensifica el hambre y la malnutrición en el mundo.
En ese entonces se advirtió que el hambre, la desnutrición y la exclusión de millones de personas al acceso a bienes y recursos productivos tales como la tierra, el bosque, el mar, el agua, las semillas, la tecnología y el conocimiento, son consecuencia de las políticas económicas, agrícolas y comerciales a escala mundial, regional y nacional que han sido impuestas por las corporaciones en su afán de mantener y acrecentar su hegemonía económica.
En ese contexto emergió el concepto de soberanía alimentaria como una propuesta política para erradicar el hambre y la malnutrición y garantizar la seguridad de una alimentación duradera y sustentable para todos, mediante el ejercicio del derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos, y sobre la base de la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos de producción campesinos e indígenas.
Las sociedades indígenas manejaron agroecosistemas por más de 5 mil años en los Andes y Mesoamérica y clasificaron la naturaleza con sus propias taxonomías de plantas y suelos. Según el presidente de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (Socla) Miguel Altieri, ese conocimiento tradicional de la naturaleza ha permitido desarrollar sistemas productivos y constituye un insumo muy importante para la agroecología.
Las culturas mesoamericanas poseen un profundo conocimiento de las semillas, el suelo y el ambiente en general, y también mantienen una relación espiritual con la tierra, no solamente por una cuestión utilitaria, sino en una dimensión más profunda a partir del concepto de Pachamama. Muchas prácticas tradicionales no tienen una razón productiva sino que constituyen un ritual y eso a veces cuesta entenderlo, pero es parte de la riqueza del conocimiento, dice el presidente de la Socla, y recuerda que en América Latina todavía existen alrededor de 500 grupos étnicos, y por tanto 500 maneras de mirar la naturaleza.
“Es necesario rescatar y promover el saber tradicional que ellos han forjado a lo largo de siglos, ya que contiene una enorme riqueza de estrategia y saberes necesarios para avanzar hacia la erradicación del hambre en nuestra región”, consideró el representante Regional de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Raúl Benítez durante el segundo diálogo social entre los pueblos indígenas y la FAO, realizado en Santiago de Chile en abril de este año con la participación de líderes indígenas, académicos y profesionales de 20 países de la región.
Los sistemas agroalimentarios desarrollados por los pueblos indígenas, sus dietas tradicionales y sistemas de producción y gestión sostenible de los recursos naturales son un patrimonio inestimable que puede ayudar a encontrar respuestas a los problemas que nacen de los actuales paradigmas de vida y progreso de la sociedad contemporánea. Por ello, “consideramos que, a pesar de las situaciones de inseguridad alimentaria y pobreza que muchos de ellos enfrentan, ellos no son parte del problema, son parte de la solución”, enfatizó Benitez.
Las comunidades indígenas sufren un mayor grado de inseguridad alimentaria que el resto de los habitantes de América Latina y el Caribe, pero al mismo tiempo poseen conocimientos que pueden ser claves para lograr la erradicación del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición, resaltó la FAO en ocasión del Día Internacional de los Pueblos Indígenas el 9 de agosto.
El trabajo con los pueblos indígenas es una prioridad para la Oficina Regional de la FAO, consciente de que debe escuchar sus voces para desarrollar nuevos modelos de producción y consumo de alimentos. “La FAO reconoce en su política para los pueblos indígenas la enorme importancia de trabajar codo a codo con ellos para lograr la erradicación del hambre, utilizando su sabiduría ancestral y prácticas milenarias como herramientas claves para garantizar la seguridad alimentaria”, declaró Raúl Benítez.
En la misma línea, la ministra de Desarrollo Rural y Tierras del Estado Plurinacional de Bolivia Nemesia Achacollo dijo que “solo, el pueblo campesino indígena no va a poder defenderse; tenemos que hacer alianzas que nos han de permitir la consolidación de la lucha conjunta de cada hermano indígena, cada campesino, cada compañera mujer por el bienestar de los pueblos”.
Rescate de semillas y granos andinos
El rescate de las semillas y granos andinos para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria en la subregión, plantearon expertos de diversos países en el Foro Intercultural “Semillas y Soberanía alimentaria, patrimonio ancestral de los Pueblos Originarios”, celebrado el año pasado en la sede de la Secretaría General de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.
En la ocasión los expertos plantearon la necesidad de impulsar políticas y estrategias que promuevan y rescaten las semillas y granos andinos para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en la subregión. La parlamentaria peruana Hilaria Supa subrayó que no habrá soberanía alimentaria si no se protegen las semillas andinas, criterio compartido por el embajador de Bolivia Jorge Ledezma: “Es importante tomar conciencia de la importancia que tiene cuidar nuestras semillas, que la hemos mantenido por miles de años. No pueden desaparecer bajo ningún interés económico transnacional como se pretende actualmente con los transgénicos”.
Según el embajador de Colombia Luis Eladio Pérez Bonilla, su país era autosuficiente alimentariamente, pero se ha visto obligado a importar parte de su canasta alimentaria debido al conflicto interno que vive su país y a intereses privados que afectan la producción. El diplomático ecuatoriano Iván Maldonado apuntó que para su país la soberanía alimentaria es un objetivo estratégico indispensable a fin de garantizar que los pueblos y nacionalidades alcancen autosuficiencia.
El secretario general de la CAN Adalid Contreras Baspineiro señaló que el bloque regional cuenta con un Programa Andino para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria y nutricional, que contempla el rescate y puesta en valor de la producción de alimentos andinos. Dicho programa apunta a la formulación de estrategias para promover el incremento de la producción de alimentos autóctonos, especialmente de quinua. En América Latina y el Caribe la quinua es producida casi en su totalidad por pueblos indígenas y pequeños agricultores familiares.
Naciones Unidas declaró al 2013 Año Internacional de la Quinua, cuyo lema “un futuro sembrado hace miles de años” recuerda el hecho de que este alimento es un verdadero regalo de los Andes para el mundo. La quinua ha sido cultivada en los Andes desde hace más de 7 mil años, y es considerada un grano sagrado por los pueblos originarios debido a sus características nutricionales únicas: es el único alimento vegetal que posee todos los aminoácidos esenciales, oligoelementos y vitaminas para la vida, además de no contener gluten.
El 1 de febrero de 2013, los jefes y jefas de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se sumaron oficialmente a las celebraciones del Año Internacional de la Quinua 2013, y en un Comunicado Especial al respecto afirmaron que “la quinua desempeña una función en la consecución de la seguridad alimentaria y nutricional y en la erradicación de la pobreza y el hambre debido a su valor nutritivo”. De ahí que el bloque comprometió su apoyo a programas que ayuden a la investigación y desarrollo del cultivo, y prometió que participará de forma activa en las ferias y simposios internacionales del AIQ 2013 a fin de promover su cultivo y consumo.
Según la FAO, la quinua puede ser un aliado clave en la lucha contra el hambre y la promoción de la seguridad alimentaria mundial, ya que es capaz de crecer en las más duras condiciones, soportando temperaturas desde los -8°C hasta los 38°C. La planta milenaria se puede sembrar desde el nivel del mar hasta los 4 mil metros de altura y es resistente a la sequía y a los suelos pobres.
Hoy la quinua ha trascendido las fronteras continentales y ya se cultiva en Francia, Inglaterra, Suecia, Dinamarca, Holanda e Italia. En Estados Unidos se produce en Colorado y Nevada y en Canadá en las praderas de Ontario. En Kenia se demostró altos rendimientos de semilla y en el Himalaya y las planicies del norte de la India el cultivo podría desarrollarse con éxito.
Otras riquezas latinoamericanas
La Unesco declaró como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la cocina tradicional mexicana, que tiene como base el maíz. Se ha comprobado que la chicha de maíz morado ayuda a prevenir el cáncer de colon y enfermedades cardiovasculares. Por otro lado, la papa alimenta a los habitantes del altiplano andino desde hace miles de años y hoy se cultiva en todo el planeta.
Perteneciente a la familia de las solanáceas y originaria de América del Sur, la Solanum tuberosum, nombre científico de la papa, se cultiva desde hace siete mil años en el altiplano andino sudamericano, y en el siglo XVI fue llevada a Europa como una curiosidad botánica más que como un alimento. Hace poco, investigadores del Instituto escocés James Hutton secuenciaron el genoma de la papa, lo que permitirá desarrollar mejores variedades de uno de los tubérculos más consumidos en el mundo.
Por iniciativa del Ministerio de Agricultura, en Ecuador se celebra el Día Nacional de la Papa cada 26 de junio con el fin de resaltar el valor nutritivo del tubérculo y sus aportes de micronutrientes, vitaminas y antioxidantes. En ese país las especies más conocidas son Superchola, Gabriela, Esperanza, Roja, Fripapa y María, Gabriela, Esperanza, Frypapa, Uvilla, Leona Blanca, Esperanza, Gabriela y Jubaleña.
De otra parte, la Unesco declaró a la cocina tradicional mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en mérito a su antigüedad, su continuidad histórica y a la originalidad de sus productos, técnicas y procedimientos. Fue la primera vez que un sistema alimentario de un país accedió a la selecta lista confeccionada por el organismo de Naciones Unidas. Según los especialistas, la cocina mexicana actual no difiere de sus raíces ancestrales, ya que su base alimentaria siguen siendo el maíz y el frijol.
En Perú, la directora de Medicina Complementaria del organismo de salud de la seguridad social (EsSalud) Martha Villar aseguró que el consumo diario de la chicha de maíz morado ayuda a prevenir neoplasias como el cáncer de colon y enfermedades cardiovasculares debido a su alto contenido de antioxidantes. Los antioxidantes del maíz son conocidos como antocianinas y le dan un color morado oscuro intenso característico al refresco que protege el endotelio vascular y reduce las posibilidades de formación de placas de grasas. Entre otras virtudes, la chicha morada también disminuye el colesterol y regula la presión arterial por su efecto diurético.
Además, la FAO cerró el Año Internacional de los Bosques con la presentación del libro "Frutales y plantas útiles en la vida amazónica", elaborado por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR), People and Plants Internacional, y 90 investigadores brasileños y de otras nacionalidades. El volumen muestra la posibilidad del empleo de plantas y frutos de los bosques amazónicos para mejorar la dieta y los medios de subsistencia de la población. El Amazonas, el bosque tropical continuo más grande del planeta, constituye una rica fuente de nutrientes y sus frutos proporcionan alimentos, minerales y antioxidantes esenciales.
El subdirector general de la FAO Eduardo Rojas-Briales, al frente del Departamento Forestal, aseguró que el 80% de los habitantes de países en desarrollo depende de productos forestales no madereros para satisfacer necesidades nutricionales y de salud. En ese marco, el nuevo texto de la FAO proporciona información completa sobre frutos y plantas del Amazonas. El libro "está escrito por y para los aldeanos rurales semianalfabetos, donde se teje un tapiz de opiniones acerca de los innumerables valores que contienen los bosques", dijo la investigadora del CIFOR y autora principal de la publicación Patricia Shanley.
Agenda conjunta de trabajo
El representante de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación John Preissing manifestó que América Latina es la región donde más progreso ha habido en las últimas dos décadas en cuanto a inclusión y seguridad alimentaria. Sin embargo, todavía hay áreas andinas y selváticas con menos posibilidades por falta de insumos, riego, carreteras y energía eléctrica.
A pesar de la enorme contribución que pueden hacer al desarrollo y la seguridad alimentaria, los pueblos indígenas enfrentan altos niveles de subnutrición: aunque sólo representan el 5% de la población mundial, responden por el 15% de la pobreza extrema. Los índices de pobreza e inseguridad alimentaria en ese grupo poblacional son tres veces más altos que entre el resto de la población de la región, y en algunos casos hasta ocho veces más.
En algunos países hasta el 90% de la población indígena es pobre y el 70% vive en extrema pobreza. La desnutrición infantil de los niños y niñas de los pueblos indígenas duplica el promedio de la población no indígena de la región, existiendo casos extremos donde el 95% de los niños indígenas menores de 14 años padece desnutrición en algún grado.
Los índices de vulnerabilidad que afectan a gran parte de la población indígena son producto de un proceso histórico de privación de sus medios de vida, que incluye la sistemática desestructuración de sus territorios y la erosión de sus recursos naturales y tradiciones culturales. Según la FAO, parte del problema es que las iniciativas de desarrollo económico no toman en cuenta sus contextos culturales y necesidades específicas, resultando muchas veces en la intensificación de su pobreza, marginalización e inseguridad alimentaria.
Para enfrentar esta situación, la FAO ha desarrollado una nueva Política sobre Pueblos Indígenas y Tribales, la cual identifica una serie de objetivos orientados a mejorar su situación y garantizar sus derechos, potenciando sus aportes a la seguridad alimentaria, entre ellos mejorar el entorno institucional para responder a sus demandas; fortalecer las capacidades de los gobiernos para incluir a los pueblos indígenas en sus procesos de desarrollo, respetando sus derechos y visiones al respecto; garantizar su participación directa y efectiva en las actividades de la FAO, y establecer medidas de colaboración con los pueblos indígenas, lo que implica desalentar las actividades adversas para las comunidades.
La FAO se comprometió a realizar ocho diálogos a nivel país con los pueblos indígenas (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua y Perú) durante 2013, además de estudiar sistemas agroalimentarios en cinco subregiones del continente. También implementará un proyecto de cooperación técnica con Guatemala, Ecuador y Paraguay para fortalecer y mejorar las políticas de seguridad alimentaria dirigidas a ese sector.
Este renovado compromiso de la FAO le ha valido la invitación del Sistema de Naciones Unidas para coordinar el Grupo Interagencial Regional en Pueblos Indígenas. La representante de la región ante el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas Myrna Cunningham valoró la alianza planteada por la FAO para trabajar en el rescate de sus conocimientos tradicionales relacionados con la producción alimentaria, la nutrición, la salud y los complejos desafíos de la gestión de los riesgos ambientales.
Por su parte, la coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas Tarcila Rivera destacó el papel que juegan las mujeres indígenas en la producción alimentaria y la reproducción cultural de sus pueblos, y planteó que es fundamental definir estrategias y políticas con enfoque de género que permitan preservar el patrimonio colectivo de los pueblos y establecer condiciones de mayor equidad en sus relaciones familiares, comunitarias y al interior de las sociedades de las que forman parte.
 

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