SAN SALVADOR – En El Salvador y quizás en la región centroamericana, el Ecofeminismo ha sido desde siempre un tanto malmirado o despreciado, no solo del lado de las luchas ecologistas y ambientales (que en pocas ocasiones han tenido en cuenta a las mujeres) sino también, del lado de las banderas moradas, por considerarse una tendencia esencialista del feminismo, lo cual no dista de la realidad, ya que en sus orígenes el ecofeminismo concebía a las mujeres como los seres más conectados con la naturaleza por su condición de cuidadoras.
Pero como toda noción o paradigma, se ha ido transformando en el devenir del tiempo hasta convertirse en lo que para muchas personas ahora es un horizonte que nos dibuja un camino para transitar; desde la vertiente ecologista que poco a poco ha ido evidenciando más su preocupación por incorporar a las mujeres como sujetas políticas dentro de las luchas ambientalistas; y desde el lado feminista que cada vez más van incorporando a la naturaleza como una categoría para dirigir sus luchas, y para el análisis de la realidad y de la sociedad.
Sin embargo el Ecofeminismo no solo consigue articular las luchas feministas con las luchas ecologistas y ambientales; sino que también confronta, visibiliza los problemas que surgen en un sistema igual de opresor para las mujeres que para la naturaleza, y exige un cambio. Exige una reformulación del modelo de vida que contenga ciertos criterios, esos criterios no son grandes disertaciones como a las que estamos acostumbradas/os, no contienen esas grandes cifras justificadas con fórmulas casi siempre excluyentes e invisibilizadoras, sino que son criterios que se van construyendo sobre la base de lo simple y cotidiano, sobre la base de lo práctico y lo político.
Los criterios que exige la mirada y la práctica ecofeminista se fundamentan en la vida – eso sí, un concepto de vida muy distante del que promueven los grupos antiabortistas. Como decíamos, se fundamentan en la práctica política de poner en el centro la vida, “la vida que vale la pena ser vivida”. Esto se traduce en que las mujeres vayan construyendo su propia dignidad a través de la autonomía de sus cuerpos y de su propia vida, que tengan acceso a ser ciudadanas, en el sentido estricto del concepto, miembras de una comunidad, de una nación en condiciones de igualdad respecto a sus conciudadanos varones.
Significa cuidar, como sociedad, de todo aquello que nos provee la vida; no porque nos la provea a los seres humanos, sino por su potencialidad de ser naturaleza desarrollándose y generando todos esos aspectos que hacen posible la vida.
Y por supuesto, para que la vida valga la pena ser vivida, hace falta reformular el modelo económico que favorece la acumulación de bienes materiales por encima de la vida misma, hace falta repensar y practicar otras posibilidades de hacer economía sin que lo superfluo (material) esté por encima de lo esencial (naturaleza-vida).
¿Cómo puede ser posible tener trabajos precarios en los que se cambie la felicidad y el bienestar por dinero, y con horarios que además no permiten hacer todas aquellas cosas que hacen que la vida digna sea posible? Hace falta desmontar la idea del progreso y desarrollo que en el afán de prosperar acaba con todo lo que hace posible la vida. Y esa es una de las principales críticas del ecofeminismo al sistema actual.
Pero el Ecofeminismo y las ecofeministas no están solas en este imaginarse “un futuro distinto”, esta visión es compartida por el feminismo, por la noción del “Buen vivir”, por los pueblos ancestrales, por el ecologismo, por los movimientos de decrecimiento… Entonces es un horizonte al que muchas personas queremos llegar desde varios puntos de partida. Actualmente en nuestro país en algunas regiones se va incorporando esa visión, vinculando la autonomía de las mujeres con la autonomía alimentaria, y cada vez hay más grupos políticos de mujeres feministas van reflexionando y proponiendo sobre la interdependencia entre los seres humanos y con la naturaleza. Esa actitud y esas acciones confrontan al modelo económico actual y se atreven a imaginar otra manera organizarse y de posicionarse ante lo que se necesita para que la vida se vivible.
Como dijimos al inicio, el Ecofeminismo es cuestión de práctica cotidiana y lucha política, a nivel individual y colectiva, aunque también exija la reflexión y la postura académica que posibilite acceder a esa necesaria justificación que permita proponer, imaginar, soñar y trabajar por “un futuro distinto”.
Autora: Margarita Morales
Fuente: Contrapunto.com
Fuente: Contrapunto.com