La ruptura radical entre los primeros cuatro años del Gobierno y el segundo iniciado en 2010 marca transformaciones profundas en las correlación de fuerzas. El MAS cruza los “charcos de sangre y racismo” de la mano de la Unión Juvenil Cruceñista, como señal de que la élite conservadora más radical había sido derrotada. De ahí en más, lo que sigue es un Gobierno que bajo el discurso indígena de “recuperación de tradiciones”, con lenguaje izquierdista de los años 70, exacerba diariamente con su crítica al pasado. Primero, porque no fue capaz de articular un discurso sobre los cambios que el proceso había logrado, que no pudo traducir en leyes, políticas públicas e instituciones con capacidad de producir y reproducir la complejidad del Estado Plurinacional, y, segundo, porque después de unos años optó por el pragmatismo, por convertirse en aquello que criticaba, ya no para cambiar, sino para crear y recrear a sus enemigos, externos e internos, mientras reproducía al viejo Estado, republicano, neoliberal, excluyente, racista y patriarcal. Es decir, la derrota política de la derecha conservadora no significó la derrota a su sistema de ideas, valores y vicios; por el contrario, y particularmente en el ejercicio del poder, implicó su reproducción pobre del esquema conservador, en el que los derechos humanos incomodan frente al uso cada vez mayor de la persecución política, del autoritarismo y el debilitamiento de los nacientes órganos del Estado Plurinacional. Hoy, a las organizaciones sociales que sostienen al Gobierno (sindicatos cocaleros, campesinos interculturales, minero cooperativistas, comerciantes) se ha sumado la élite empresarial de occidente y oriente. Sectores sociales y económicos que no son precisamente portadores de un proyecto político e intelectual contrario al capitalismo, a la explotación o a la acumulación de riqueza. Y por ello no son críticos a la reedición del viejo y fracaso del “capitalismo de Estado” que el Gobierno implementa sin normativa clara, sin control social y, lo más grave, sin un plan estratégico, acentuado de rentismo y organizado en una red de clientelismo en torno a la distribución de la renta del gas y minerales. Ciertamente es un contexto en que el conservadurismo tradicional oligárquico y el nuevo conservadurismo masista se encuentran y se dan la mano para sostener tradicionales prácticas políticas: culto al caudillo, patrimonialismo estatal, apoyo en los militares, manejo discrecional de los medios de comunicación estatales para propaganda.
Venezuela no es el modelo. El Movimiento Sin Miedo (MSM) ha dicho con claridad que no hará acuerdos políticos con quienes fueron parte del pasado que estafó económica, social y políticamente al país para beneficio propio, y que en este periodo no han podido convocar al conjunto del país con una propuesta nueva, alternativa que dispute el campo político del cambio. Pero luego de siete años fuera del poder nacional, con procesos graves de crisis ideológica y orgánica interna, todo lo que proponen es un frente único, al estilo venezolano, cuyo éxito —dicen— se concretó en el Beni para la elección de gobernador y en otros municipios del país. Recurrir al argumento del éxito de la oposición venezolana nos parece, cuando menos, pobreza política. El MSM no se presta para repetir experiencias en otros países, exitosas o no, y que en el fondo están encubriendo más de lo mismo: acuerdos cupulares para lotearse el poder. Nuestras decisiones están marcadas por la comprensión de la realidad política de nuestro país, con sus luces y sus sombras.
Un bipartidismo y el prorroguismo de Evo Morales son atentados y una traición al principio de la democracia plural y a la construcción efectiva de un Estado Plurinacional conquistada en la Asamblea Constituyente. Y ante la urgente necesidad de proponerle al país un gobierno con capacidad para enfrentar en serio la construcción plurinacional e intercultural con los pueblos y naciones indígenas, la vida digna para todas y todos los bolivianos, la institucionalidad democrática, la económica productiva y la autonomía, entre otros, es que está encarando una amplia convocatoria a organizaciones políticas, organizaciones sociales y personas individuales para articular una propuesta de gestión alternativa que destierre el gobierno autoritario, patrimonialista y corrupto del MAS y Morales. Al MSM no le interesa llegar al gobierno en 2014 de cualquier forma o a cualquier precio, le interesa convocar al país para la construcción de una alternativa en la construcción de una patria en la que —como dicen en el fútbol— todas y todos juguemos de locales sin renunciar a nuestras identidades, colores y sueños.
En los últimos días, Samuel Doria Medina ha modificado esta pretensión del frente único por el de frente amplio entre quienes comparten la misma ideología. Nos parece saludable para la política y la democracia que finalmente podamos generar debates ideológicos y políticos. Lo que queda claro es que ni la oposición conservadora de derecha ni el autoritarismo del MAS nos meterán en el mismo saco. Somos un partido de izquierda conectada con los cambios del pueblo boliviano, un partido que asume que la democracia es el sistema político que sirve para garantizarnos vida digna y felicidad para todas y todos: ¡tenemos programa, organización, inteligencia política, fuerza y liderazgo para convocar al conjunto del país y con él ser alternativa de poder!