BOLPRESS:
NECESITAMOS OTRAS RUTAS PARA ENTENDER QUÉ ES SOBERANÍA
ALIMENTARIA
Uso comunitario de la tierra para alcanzar soberanía alimentaria
Katherine Fernández *
La construcción del concepto de soberanía alimentaria
tenía un sentido de oposición y resistencia frente a la industria alimentaria
de nivel transnacional, es decir que en 1996, la Vía Campesina intenta
enarbolar una bandera de lucha contra el agroempresariado internacional
argumentando que no existe competencia posible entre ambos niveles de
producción agropecuaria y que una está perjudicando a la otra, dadas las
relaciones desiguales en un mercado liberalizado desproporcional.
Pero el campo de batalla elegido
para plantear la soberanía alimentaria fue político administrativo: las
Naciones Unidas a través de la FAO, un espacio que reúne gobiernos que
aceptaron el nuevo concepto más amplio que el de seguridad alimentaria, pero
que, como muchas otras disposiciones de la FAO, se ha introducido en el
parsimonioso entreverado de la burocracia que, además, mezcla soberanía con
seguridad alimentaria y no gestiona independencia ni productiva ni comercial
para sus sectores agricultores y no se distingue como política pública efectiva
en ninguno de los países. Por lo tanto los logros de la Vía Campesina con
respecto a soberanía alimentaria no se visibilizan todavía, porque la batalla
alimentaria real no está en el campo político gubernamental, sino en el
mercado, donde el control de los precios de toda la cadena lo tienen las
transnacionales que actúan en un metaespacio con normas propias, libres de la
normativa nacional de cada país e influyen en cada gobierno según sus propios
objetivos, dejando sentir el peso de su poder, incluso al interior de países
como Estados Unidos. Por eso, nos sigue ganando la agroindustria.
Entonces
no se comprende qué es la soberanía alimentaria, porque al mezclarla con
seguridad alimentaria que es el concepto original de la FAO, se orienta el
discurso, la ley o la política pública hacia la idea de proveer alimentos sin
importar la procedencia, mientras sean baratos y de fácil provisión, como el
caso de las harinas de trigo de industria argentina y estadounidense para
Bolivia, cuando este país es productor del mejor trigo.
En este
panorama, si la agroindustria se impone y debilita a la producción campesina
tradicional y la vuelve dependiente, es porque su modalidad es la
sobreproducción en sistemas monocultivadores con técnicas e insumos que abaratan
costos y les da la opción de controlar precios internacionales, por lo cual no
es posible hablar de soberanía alimentaria campesina o indígena, ni tampoco del
consumidor, cuyo rol es determinante en el marco de la gestión alimentaria.
Agroecología y uso comunitario de la tierra
Si
razonamos desde el punto de vista de cantidad de alimentos, le podríamos dejar
la misión de provisión a la agroindustria mundial. Pero cuando se habla de
calidad alimentaria para una vida digna y saludable, se tiene que pensar en
producción tradicional, como lo asegura Miguel Altieri, quien ha estudiado el
sistema de producción campesina y ha recuperado en experiencias en Venezuela y
Perú, entre otras, procedimientos que liberan el cultivo de insumos químicos artificiales,
ya que la naturaleza produce sus propios plaguicidas que además no afectan la
salud de la tierra, ni la semilla, ni el cuerpo que se alimenta de los
productos. Un sistema tradicional de agroproducción requiere algunos elementos
fundamentales como las relaciones comunales o familiares y un estrecho
entrelazamiento armónico entre seres humanos y tierra para poder ser
agroecológico. Según Mark Dufumier, casi en todos los países del mundo existen
todavía este tipo de relaciones ecológicas que fortalecen la actividad
agroproductiva, más que como un frío y acumulativo negocio, como forma de vida
que protege, ama y reproduce a través de la comida.
Por estos
motivos, la propiedad privada sobre la tierra que origina su acumulación en
pocas manos y desplaza a la comunidad indígena o campesina, es un factor que
destroza el vínculo y no asegura tierra fértil para las futuras generaciones
tanto de seres humanos como de todas las demás especies. El uso comunitario de
la tierra, la selva o incluso el agua para pescar donde prima la rotación, el
derecho de cada familia de la comunidad a cultivar que se transfiere de
generación en generación, sin títulos ni certificados de propiedad privada
individual, es una forma que resiste los monopolios privados o estatales, además
de que no complica las leyes, normas y reformas de propiedad de la tierra, que
es un tema no resuelto en muchos países. Por lo tanto la recuperación de este
tipo de uso bajo sus propios mecanismos de planificación interna como el
respeto a los turnos, los intercambios, los tipos de cultivos complementarios,
los centros de acopio de alimentos para prevenir las temporadas de clima
adverso, la protección de la semilla y otros, deben recuperarse y fortalecerse
y es una tarea pendiente de todos nosotros que lleguen a ser aprendidos también
en las ciudades.[1]Nota:
[1] Es importante diferenciar el uso
comunitario de espacios de producción o recolección de alimentos, de la
propiedad pública y actividad fiscalizada ya sea por gobiernos centrales o
locales como las Alcaldías, donde interviene el Estado con el aparataje de
leyes que hasta ahora no han colaborado para una producción ecológica y
tradicional de alimentos. Por lo menos en Bolivia, si una comunidad campesina o
indígena se organiza para practicar este uso comunitario, no entra en
ilegalidad alguna, ya sea con respecto a las nuevas leyes que supuestamente
favorecen al área rural o a las leyes antiguas, como la reforma agraria de
1953.
* Primer
parte del ensayo para la materia de Tenencia de la Tierra de la Maestría de
Desarrollo Rural – CIDES UMSA.
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