A propósito de "Las venas abiertas de América Latina" Galeano dijo “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado (…) Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”.
Eduardo Galeano (1940-2015). Foto: The Clinic
Freddy VargasLa Paz, 13 de abril (ANF).- La relación de Eduardo Galeano con Bolivia podría considerarse más que amorosa; es posible que rondara la devoción. Quizá eso explica por qué la última visita pública que recibió fue la del presidente Evo Morales, donde se animó a sugerir un título alternativo para "El Libro del Mar". Le fascinaba que un indígena –esos que recorren trágicamente sus libros– se impusiera a ese destino mil veces retratado y, finalmente, gobernara una de esas repúblicas alucinadas.
Es posible que esa misma devoción lo llevara a escribir muchas cosas sobre Bolivia, todas ellas insólitas y desmesuradas. Sin embargo, en esa hiperbolización radicaba su estilo. Dramatizar una situación hasta tornarla inverosímil. Reduciendo su recepción al asombro y la furia; a eso que en los 70 se llamó compromiso. Lejos de una comprensión que complejizara la realidad que se proponía describir, lejos de los matices que suelen acompañar a los procesos históricos que él mismo impugnaba.
Vayan algunos ejemplos.
La estrategia de Galeano es sencilla: opera a partir de un didactismo maniqueo que, por un lado, procura retratar la dimensión más grotesca de unos y, por otro, idealizar todas las virtudes de los Otros. Ahí reside su potencia, ahí radican sus límites. Que Arguedas pensara de esa forma, nada tiene que ver con su arribismo: era la enfermedad de la época; la primera referencia al empleo de la Wiphala se remonta a los años 30, cuando un grupo de dandis indigenistas organizaron La semana indianista. En "La nación clandestina", Jorge Sanjinés, de forma directa alude a la ceguera de las izquierdas para entender el lugar del sujeto indígena en la historia.
Lo popular en Galeano es el lugar de la esperanza, el lugar de las utopías. Por eso trata de restituirlo en la historia; arrancarlo del olvido. En ese empeño pierde de vista sus otras facetas, sus otros rostros: su dimensión conservadora, sus afanes autoritarios.
Sin embargo, un gesto de desacuerdo con su propia tradición marca una diferencia. Cuando en Cuba se fusiló a un grupo de prisioneros, Galeano prefirió la honestidad intelectual a la servidumbre ideológica: “No creo, nunca creí, en la democracia del partido único”, dijo entonces. Apuntó además a “los signos de decadencia de un modelo de poder centralizado, que convierte en mérito revolucionario la obediencia a las órdenes que bajan desde las cumbres” (Cuba duele). Y citando a Rosa Luxemburgo (“La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por numerosos que ellos sean, no es libertad. La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente"), pareció encaminarse por alguna forma de democracia: “Han de ser los cubanos, y sólo los cubanos quienes abran nuevos espacios democráticos, y conquisten las libertades que faltan, dentro de la revolución que ellos hicieron…”. Su crítica ya no se orientaba en dirección de los malvados imperios y sus ambiciones, sino hacia un proyecto que había perdido frescura e imaginación. Quizás se dirigía hacia sí mismo: a propósito de "Las venas abiertas de América Latina" dijo que “No sería capaz de leerlo de nuevo. Caería desmayado (…) Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”.
A los clásicos suele asumírselos sin discusión, como si la tradición de lectura alrededor de ellos ya lo hubiese dicho todo. Los homenajes, las celebraciones y las ceremonias suelen caer en ese mismo espejismo.
FUENTE:
http://www.noticiasfides.com/g/politica/eduardo-galeano-devocion-por-bolivia-didactismo-maniqueo-33057/
0 comentarios:
Publicar un comentario